Yo canto al cuerpo eléctrico,
Me abrazan los ejércitos de quienes amo y yo los abrazo,
No han de soltarme hasta que yo vaya con ellos, hasta que les responda,
Hasta que yo los purifique y los colme con la carga de mi alma.
¿No es sabido que quienes corrompen su cuerpo están ocultándose?
¿Y quiénes profanan a los vivos son tan viles como quienes profanan a los muertos?
¿Y que el cuerpo no vale menos que el alma?
¿Y si el cuerpo no fuese alma, qué es el alma?
El alma del cuerpo de un hombre o del cuerpo de una mujer no admite explicación,
El cuerpo del hombre es perfecto, y es perfecto el cuerpo de la mujer.
La expresión de la cara no admite explicación,
Pero la expresión de un hombre cabal no sólo está en la cara,
Está en los miembros y en las coyunturas también, está, curiosamente, en las coyunturas de las caderas y de las muñecas,
Está en su andar, en el porte de su cuello, en la flexión del talle y de las rodillas; la ropa no la oculta;
Su fuerte y dulce identidad se abre paso a través del algodón y la lustrina,
Verlo pasar expresa tanto como el mejor poema, y acaso más,
Os detenéis para mirar su espalda y su nuca y sus hombros.
La negligencia y la redondez de los niños, los senos y las cabezas de las mujeres, los pliegues de sus vestidos, su andar al cruzarse en la calle con nosotros, el contorno de sus caderas,
El nadador desnudo en la pileta atravesando el transparente resplandor verde y tendido de espaldas y silenciosamente flotando sobre las agitadas aguas,
El rítmico balanceo de los remeros en los botes de remo, el jinete en su silla
Muchachas, madres, amas de llaves en todas sus tareas,
El grupo de trabajadores sentados al mediodía ante la comida y sus mujeres que les sirven,
La mujer que sosiega al niño, la hija del granjero en el huerto o en el establo,
el peón que está carpiendo el maizal, el conductor del trineo que guía entre la turba a sus seis caballos,
El forcejear de los que luchan, dos aprendices ya crecidos, animosos, afables, americanos, en el baldío al atardecer después del trabajo,
Los sacos y las gorras tiradas, el abrazo del amor y de la resistencia,
El abrazo de arriba y el de abajo, el pelo revuelto que les enciegue los ojos;
La marcha de los bomberos uniformados, el juego de los músculos varoniles a través de los pantalones ceñidos y de los cintos,
El cansado regreso desde el incendio, la pausa cuando la campana vuelve a sonar y su llamado los detiene,
Las diversas actitudes, espontáneas, perfectas, la cabeza inclinada, los cuellos encorvados y el contar;
A ellos los quiero, me suelto, paso sin traba y estoy en el regazo de la madre con el pequeño,
Nado con los que nadan, lucho con los que luchan, marcho con los bomberos y me detengo, escucho, cuento.
Conocí a un hombre, un sencillo granjero padre de cinco hijos,
Y éstos los padres de otros, y éstos los padres de otros hijos.
Este hombre era de una fuerza maravillosa, sereno, hermoso,
La forma de su cabeza, el amarillo claro y la blancura y la blancura de su pelo y su barba, la insondable profundidad de sus ojos negros, la plenitud y la riqueza de sus modales;
Para ver esas cosas yo solía ir a visitarlo, era sabio también,
Tenía seis pies de estatura y ya había cumplido ochenta años; sus hijos fornidos, puros, barbados, de piel curtida, hermosos;
Ellos y sus hijas lo querían, todos quienes lo vieron lo querían,
No lo querían por costumbre, lo querían con amor personal,
No bebía más que agua, la roja sangre se traslucía en su piel morena,
Le gustaba cazar y pescar, dirigía él mismo su bote, era dueño de un fuerte bote que un armador le había regalado, tenía escopetas que hombres que lo querían le habían regalado;
Cuando salía con sus cinco hijos y con sus muchos nietos a cazar o a pescar, lo hubiera señalado como el más hermoso y el más fuerte de todos,
Habrías deseado quedarte con él mucho tiempo, habrías deseado estar en el bote para poder tocarlo.
Me basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero,
Me basta sentir cerca la hermosa carne, la carne que es curiosa, que respira y que ama.
¿Pasar entre la gente y tocar alguno, o rozar con el brazo el cuello de un hombre o de una mujer, no es esto mucho?
No pido otra alegría, nado en ella como en el mar.
Hay algo en estar cerca del hombre y de mujeres y de mirarlos, y en su contacto y en su olor, que es grato al alma,
Todas las cosas son gratas al alma, pero esta es la más grata.
Exhala de pies a cabeza una divina aureola,
Atrae con irresistible atracción,
Me atrae su aliento como si yo no fuera otra cosa que un indefenso vaho, todo desparece salvo ese aliento y yo,
Los libros, el arte, la religión, el tiempo, la visible y sólida tierra, y lo que del cielo esperábamos y lo que del infierno temíamos, todo se ha consumido,
Mis frenéticos filamentos, indómitos, brotan de él, a reacción también es indómita,
El pelo, el pecho, las caderas, la curva de las piernas, las negligentes manos que sueltan, las mías que se sueltan,
La marea aguijoneada por el reflujo, el reflujo por la marea, carne de amor henchida y deliciosamente doliendo,
Límpidos, ilimitados chorros de amor, calientes y enormes, trémula jalea de amor, zumo espumoso y delirante,
Noche nupcial de amor que se abre camino con delicadeza y demora en el alba yacente,
Penetrando en el día dócil que cede,
Perdida en el abrazo de la profunda y dulce carne del día.
Este es el núcleo - primero el niño nace de la mujer, el hombre nace de la mujer,
Este es el baño del sexo, ésta la fusión de lo grande y de lo pequeño, y otra vez la salida.
No sintáis vergüenza, mujeres, vuestro privilegio incluye a los otros y es el manantial de los otros,
Sois las puertas del cuerpo y también las puertas del alma.
La mujer encierra todas las cualidades y las afina,
Está en su lugar y avanza con equilibrio perfecto,
En todas las cosas debidamente veladas, es a la vez pasiva y activa,
Su destino es concebir hijas e hijos, y asimismo hijos e hijas.
Veo mi alma que se refleja en la Naturaleza,
Veo a través de una neblina a la Única, de inexpresable plenitud, cordura y belleza,
Veo la cabeza inclinada y los brazos cruzados sobre el pecho, veo a la Mujer.
El también es todas las cualidades, es acción y poder,
La plenitud del hombre visible está en él,
El desdén le sienta, el deseo y el desafío le sientan,
Las pasiones más impetuosas y más vastas, el ápice del gozo, el mayor pesar le conviene, para él se ha hecho el orgullo.
El infinito orgullo del hombre sosiega el alma y la enaltece,
El conocimiento le sienta, siempre le agrada, todas las cosas las somete a su propia prueba,
Sea lo que fuere el examen, sean lo que fueren el mar y la nave, sólo arrojará la sonda en sí mismo.
(¿Dónde, sino en sí mismo, podrá arrojar la sonda?)
Sagrado es el cuerpo del hombre y sagrado es el cuerpo de la mujer,
No importa de quién sea, es sagrado -¿es el del peón más despreciable de la cuadrilla?
¿Es el de uno de los inmigrantes más torpes que acaban de desembarcar en el muelle?
Todos, aquí o allá, tienen su lugar, no menos que el más rico, no menos que tú,
Todos, hombre o mujer, tienen su lugar en la procesión.
(Todo es una procesión,
El Universo es una procesión de paso medido y perfecto.)
¿Tan grande es tu saber que puedes llamar ignorante al más bajo?
¿Te crees acaso con derecho a mirar un bello espectáculo, negado a él o a ella?
¿Piensas que la materia se ha congregado desde su vaga nube y que la tierra ocupa la superficie y que el agua corre y brotan las planteas,
Para ti sólo, y no para él o para ella?
(Porque antes de la guerra yo solía concurrir al mercado y mirar la venta),
Ayudo al rematador; el holgazán no sabe su oficio.
Caballeros, atención a esta maravilla,
Por más que pujen los compradores, no ofrecerán bastante,
Sin un animal ni una planta la tierra tardó quintillones de años en engendrarlo,
Para él giraron pacientes e incesantes los ciclos.
Dentro de esta cabeza, el inescrutable cerebro,
En él y abajo, la creación de los héroes.
Ved estos miembros, colorados, negros o blancos, sus tendones y nervios son intricados,
Los desnudarán para que estén bien a la vista.
Sentidos exquisitos, ojos que la vida ilumina, coraje, voluntad,
Láminas de los músculos del pecho, espinazo y cuello flexible, carne tensa, fuertes brazos y piernas,
Y dentro, aún más prodigios.
Adentro la sangre que corre,
¡La misma antigua sangre! ¡La misma sangre roja que corre!
Ahí se dilata y fluye un corazón, ahí están todas las pasiones, deseos, anhelos, aspiraciones.
(¿Crees que no están ahí porque no se expresan en salones o en las aulas?)
Este no es sólo un hombre, es el padre de otros, que serán padres a su vez,
En él está el origen de populosos estados y de ricas repúblicas,
En él, innumerables vidas inmortales, innumerables encarnaciones y dichas.
¿Cómo saber quiénes nacerán de su prole a través de los siglos? (¿De quién supones que has nacido tú mismo si pudieras exhumar los siglos que fueron?)
Ella tampoco es sólo ella misma, es la fecunda madre de madres,
Es la que lleva a aquellos que crecerán y serán compañeros de las madres.
¿Amaste alguna vez el cuerpo de una mujer?
¿Amaste alguna vez el cuerpo de un hombre? ¿No ves que son los mismos para todos en todas las naciones y en todas las épocas de la tierra?
Si algo hay sagrado, el cuerpo humano lo es,
Y el esplendor y la dulzura de un hombre son el sello de su hombría sin mancha,
Y en el hombre o en la mujer, un cuerpo limpio, fuerte, de fibra firme, es más bello que la cara más bella.
¿Has visto al insensato que profanó su propio cuerpo vivo?
No se ocultan, no pueden ocultarse.
¡Oh, cuerpo mío!, no me atrevo a abandonar a tus semejantes en otros hombres y otras mujeres, ni a los semejantes de las partes que te componen;
Creo que tus semejantes perdurarán o morirán con los semejantes del alma (y que son el alma),
Creo que tus semejantes perdurarán o morirán con mis poemas, y que son mis poemas,
Poemas del hombre, de la mujer, del niño, del muchacho, de la esposa, del esposo, de la madre, del padre, del joven y de la joven,
Cabeza, cuello, pelo, orejas, lóbulo y tímpano de la oreja,
Ojos, pestañas, iris del ojo, cejas y la vigilia o sueño de los párpados,
Boca, lengua, labios, dientes, paladar, mandíbulas y articulaciones de las mandíbulas,
Nariz, aletas de la nariz y tabique, / Mejillas, sienes, frente, mentón, garganta, nuca, forma del cuello,
fuertes hombros, barba viril, omóplatos, espalda, y el ámbito del pecho,
Brazo, axila, junta del codo, antebrazo, músculos del brazo, huesos del brazo,
Muñeca y coyunturas de la muñeca, mano, palma, nudillos, pulgar, índice, articulaciones de los dedos, uñas,
Amplio pecho, rizado vello del pecho, esternón, costados,
Costillas, vientre, espinazo, vértebras,
Caderas, articulaciones de las caderas, fuerzas de las caderas, redondez cóncava y convexa, testículos, raíz del hombre,
Muslos, que son la firme base del tronco, Músculos de la pierna, rodilla, rótula, piernas,
Tobillos, empeine, planta del pie, dedos del pie, talón,
Todas las actitudes, todas las bellezas, todos los bienes de mi cuerpo o el tuyo, o del cuerpo de cualquier otro, varón o mujer,
Las celdillas de los pulmones, el estómago, las entrañas dulces y limpias,
El cerebro y sus pliegues dentro del cráneo,
Simpatías, válvulas del corazón, válvulas del paladar, sexo, maternidad,
Lo femenino y todo lo que pertenece a la mujer, y al hombre que nace de la mujer,
El seno, los pechos, los pezones, la leche del pezón, las lágrimas, la risa, el llanto, las miradas de amor, la amorosa inquietud, las erecciones,
La voz, la articulación, el lenguaje, el susurro, el grito,
El alimento, la bebida, el pulso, la digestión, el sudor, el sueño, caminar, nadar,
Porte de las caderas, saltar, recostarse, abrazarse, brazos que se curvan y aprietan,
El continuo movimiento de las comisuras de los labios y de los ojos,
La piel, la mejilla tostada, las pecas, el pelo,
La sensación curiosa de la mano al rozar la desnuda carne del cuerpo,
Los ríos incesantes del aliento, de la inspiración y la exhalación,
La belleza del talle y de las caderas, y más abajo, hasta las rodillas,
Las mínimas partículas rojas que llevo y que tú llevas, los huesos y la médula de los huesos,
La sensación deliciosa de la salud;
Afirmo que estas cosas no sólo son los poemas del cuerpo, sino también del alma,
Afirmo que son el alma.
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