Las Páginas del Arpa Mágica...... ¡¡¡Te invito a conocerlas !!!

23/6/11

La Necesidad de romper con juramentos, promesas, votos, pactos...



La pobreza, no encontrar el amor en nuestra vida, la insatisfacción sexual, actitudes, pensamientos recurrentes, ansiedad, insomnio, pesadillas, obesidad, entre otros, son producto de Juramentos...
Promesas, Votos y Pactos procedentes del pasado y que aún afectan nuestro presente porque nuestra alma intenta cumplirlos y acatarlos aún en la vida actual.
Es necesario identificar estos Juramentos, Promesas, Votos y Pactos para romperlos y anularlos, de tal modo que nuestra Voluntad Personal y toda nuestra Energía vuelva a ser nuestra, de lo contrario, nuestro Libre Albedrío no existe, pues en todo o en parte estamos condicionados por esos actos pasados.
Para nuestra alma no existe el espacio y el tiempo, o al menos, no como nosotros lo concebimos. Cualquier juramento, promesa, etc. realizado hace un año, o hace dos décadas, o hace cuatrocientos años, en algún lugar de nuestra alma continua vigente y continuamos rigiéndonos consciente e inconscientemente según esa entrega de nuestra voluntad.
Cuando Juramos, Prometemos,... lo hacemos con toda nuestra intención, con toda nuestra energía, con toda nuestra consciencia y entrega... Y lo hacemos sin conocer su verdadero alcance: Estamos creando un vínculo eterno e inmortal en nuestra alma hacia esa persona, institución, situación...


Algunos ejemplos:
a) Dos personas enamoradas que "SE PROMETEN AMOR ETERNO". ¿Os suena? ¿Y qué ocurre cuando transcurren unos años y deciden separarse? ¿Y qué ocurre cuando la muerte les separa? Pues ocurre que su Promesa continúa vigente en su alma. ¿Cómo les afectará? Entre otros: sintiéndose culpables cuando tengan relaciones de pareja, sintiendo insatisfacción sexual siempre, anhelando amores imposibles e irrealizables...
b) Cuando personas religiosas efectúan VOTOS de POBREZA, CASTIDAD, OBEDIENCIA... ¿Qué ocurre en sus siguientes vidas donde deciden llevar vidas laicas... pues que LA POBREZA les sigue en sus vidas, así como la INSATISFACCIÓN SEXUAL, o son personas SUMISAS a cualquier persona o institución que les muestre tener poder y autoridad... y un larguísimo etcétera.
c) Nuestros últimos pensamientos antes de morir: "Te perseguiré para vengarme", "No merezco ser feliz porque he hecho atrocidades". "No merezco ser querido porque no he sabido amar", "No merezco ser madre porque mis hijos se han muerto de hambre y no los he salvado y mantenido con vida"...

¿Qué hacer al respecto? 
Recitar tres veces: 
" YO (nombre y apellidos) ROMPO Y ANULO, DESDE AHORA Y POR LA ETERNIDAD, CUALQUIER JURAMENTO, PROMESA, VOTO Y PACTO REALIZADOS EN EL PASADO HACIA CUALQUIER PERSONA, SER O INSTITUCIÓN. ME LIBERO DEFINITIVAMENTE Y PARA SIEMPRE. MI VOLUNTAD ES SÓLO MÍA Y DESDE AHORA LA RECUPERO TOTALMENTE. DESDE AHORA SOY PLENAMENTE FELIZ, LIBRE Y RESPONSABLE DE MIS ACTOS PRESENTES Y FUTUROS".

 Gracias Miguel Ángel  Darshan  


22/6/11

La Noche de San Juan




La noche de San Juan ha pasado a nuestro calendario como una fiesta católica, pero hunde sus raíces en rituales paganos que se celebraban durante el solsticio de verano y el cénit del astro rey. En el hemisferio norte, al mediodía del 21 de junio, el Sol alcanza el punto más alto en el cielo, y la jornada se convierte en la más larga del año. A partir de entonces los días se van acortando. Nuestros antepasados temían que el Sol se fuera ocultando paulatinamente y no recuperara su esplendor total. Y para asegurar su retorno, así como para propiciar la fertilidad de la tierra y la abundancia de las cosechas, llevaban a cabo ceremonias donde el fuego era el protagonista como símbolo solar.




Estos festivales se extendían del 20 al 24 de junio, y durante ellos tenían lugar toda clase de rituales mágicos. Los druidas celtas, por ejemplo, encendían grandes fogatas por las que hacían pasar al ganado para preservarlo de las epidemias. Se creía que en esos días las hadas y los geniecillos de la Naturaleza andaban sueltos por los campos, por lo que se les dedicaban ofrendas en recompensa por su ayuda. Se hacían fuegos frente a las puertas de las casas, en las plazas de los pueblos, en las cumbres de colinas y montañas o junto al mar, en los que se quemaban ruedas de madera que se echaban a rodar por las laderas y se organizaban procesiones con antorchas. Pero el ritual de protección más extendido era bailar y saltar alrededor del fuego. Por la mañana se apagaban las fogatas a modo de renovación.





Antecedentes similares pueden hallarse en las fiestas de Beltaine (1 de mayo) de los druidas, cuyo nombre significa fuego bello. Asimismo, en la mitología griega los solsticios eran considerados como las puertas del año y se consagraban al dios Jano, la deidad de las dos caras. Se decía que la puerta del solsticio de invierno daba entrada al reino de los dioses y la del solsticio de verano al reino de los hombres. No es difícil ver la similitud entre Jano y Juan, y suponer que la religión cristiana insertó las festividades de San Juan Evangelista (27 de diciembre) y San Juan Bautista (24 de junio) en las proximidades de los dos solsticios para dar una continuidad solapada a los ritos paganos. Estos pudieron seguir celebrándose así sin despertar sospechas de brujería. Y gracias a ello han llegado hasta nosotros numerosos rituales para potenciar la protección de la Naturaleza y de sus seres o para hacer realidad los deseos.



20/6/11

SI DAÑAS ME DAÑAS



Parvati es una de las diosas más amorosas, benevolentes y misericordiosas del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con las uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.

-Madre -dijo Kartikeya-, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha sucedido?

Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
-Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.

 



-Pero, madre -se apresuró a decir el joven-, yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida madre.
Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.
-Hijo mío -dijo-, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata?

-Así fue, madre -repuso Kartikeya.

-Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma.



 

11/6/11

Las Siete Reinas ( Leyenda Indú )




Había una vez un rey que tenía siete reinas, pero no tenía ningún hijo. Esto Le causaba mucho dolor, sobre todo cuando recordaba que a su muerte no habría un heredero para su reino.
Un día ocurrió que un anciano y pobre fakir llegó al reino, y cuando llegó dijo, "Tus plegarias han sido escuchadas y tus deseos serán cumplidos, ya que una de tus siete reinas tendrá un hijo." El gozo y la alegría que le proporcionó esta promesa no tenían límites, y dio órdenes para que se realizara una fiesta apropiada que comprendiera todo lo ancho y largo de su reino.
Mientras tanto las siete reinas vivían muy lujosamente en un espléndido palacio, atendidas por cientos de criadas, y recibiendo todos los placeres más suculentos.
El rey era muy aficionado a la caza, y un día, antes de partir, las siete reinas le mandaron un mensaje que decía, "Rogamos a nuestro querido rey que hoy no vaya a cazar por la zona norte, ya que hemos tenido malos sueños, y tememos que algo pueda ocurrirle."




El rey, para acallar y aliviar la preocupación de las reinas, prometió considerar sus deseos, y se dirigió hacia el sur. No tuvo suerte en el sur, a pesar de que era un buen cazador. La cacería no tenía éxito y no estaba dispuesto a volver a casa con las manos vacías, olvidando así su promesa.
El rey se dirigió hacia el Norte. En el norte tampoco tuvo suerte al principio, pero justo en el momento que decidió parar para descansar y pasar la noche, una cierva blanca con cuernos dorados y brillantes pezuñas plateadas pasó cerca de unos matorrales.
La cierva pasó tan rápido que apenas pudo verla; sin embargo le entraron unos deseos muy grandes de capturarla y poseer esa bella y extraña criatura. Rápidamente ordenó a todos sus ayudantes a hacer un círculo y rodear los matorrales. Así podrían encerrar a la cierva. Así pues, poco a poco hicieron el círculo más pequeño hasta intentar llegar un momento que pudieran ver a la cierva en el centro. Y avanzaron y avanzaron, y justo cuando él pensaba que iba a atrapar a esta bella criatura, la cierva dio un potente y limpio salto sobre la cabeza del rey, y escapó hacia las montañas.
No pensando en otra cosa, el rey colocó las espuelas a su caballo, y le persiguió a toda velocidad. Y cabalgó dejando cada vez más lejos a todo su séquito, y no perdiendo de vista a la cierva sin frenar en ningún momento a su caballo. Hasta que se encontró en un estrecho barranco sin salida, y fue cuando tiró de las riendas de su caballo. Antes de desmontar vio un miserable cuchitril, al cual entró y pidió agua, ya que estaba muy cansado después de su larga y poca exitosa persecución.
Una vieja mujer, que estaba sentada en la choza junto a una rueda de hilar, respondió a esta solicitud llamando a su hija. Inmediatamente salió del interior de la choza una hermosa, bella y encantadora doncella, con piel clara y cabellos dorados. El rey se quedó paralizado viendo tanta belleza en ese cuchitril.
Ella sujetó la vasija de agua colocándola en los labios del rey, y éste bebió mientras miraba a los ojos de la muchacha. Cuando la miraba se dio cuenta que la muchacha era en realidad la cierva blanca con los cuernos dorados y las pezuñas plateadas, aquella que había estado persiguiendo desde tan lejos.



Su belleza le hechizó, se arrodilló ante ella, suplicándole que fuera con él y que fuera su esposa; pero ella sólo reía, diciendo que siete reinas son más que suficientes para ser manejadas incluso por un rey. De cualquier modo, el rey no estaba dispuesto a aceptar una negativa, y le siguió implorando hasta que le diera pena, y prometiéndole cualquier cosa que quisiera. Entonces ella le respondió, "Dame los ojos de tus siete reinas, y así quizá pueda creer todo lo que estás dispuesto a hacer por mí".
El rey volvió siempre con la imagen en su cabeza de la belleza mágica de esa cierva blanca. Y nada más llegar, les sacó los ojos a las siete reinas, y después de meter a las reinas ciegas en una asquerosa mazmorra donde no podían escapar, se dirigió una vez más hacia la casucha del barranco portando con él su horrible ofrenda. Cuando la cierva blanca, o la hermosa muchacha, vio los catorce ojos se rió cruelmente, y los utilizó para hacer un collar, que puso en el cuello de su madre diciendo, "viste este collar, querida madre, como un recuerdo de mi mientras estoy en el palacio del rey."
Entonces ella volvió con el hechizado monarca, como su novia, y él le dio todas las caras ropas y joyas de las siete reinas para que se vistiera con ellas. Le dio también el palacio de las siete reinas para que viviera en él, así como todos los esclavos que tenían las siete reinas para que ahora le cuidaran a ella. Así pues, la bella muchacha tenía más de lo que incluso una bruja pudiera desear.
Después, al poco tiempo de que las siete desdichadas y desventuradas reinas les fueran arrebatados sus ojos, y fueran introducidas en las mazmorras, un bebé había nacido de la reina más joven. Era un niño precioso, y las otras reinas estaban celosas teniendo mucha envidia de la joven reina por ser tan afortunada. Pero aunque al principio no querían al precioso niño, él pronto probó que podía ser muy útil. Tan pronto como pudo andar comenzó a raspar en las paredes llenas de barro de la mazmorra, y en un tiempo increíblemente corto había hecho un agujero suficiente para que pudiera pasar él gateando. Así pues, a través del agujero desapareció, y volvió en una hora cargado de dulces que repartió entre las siete reinas ciegas.


Cuanto más crecía más agrandaba el agujero, y salía dos o tres veces cada día para jugar con los niños nobles de la ciudad.
Nadie sabía quien era este pequeño niño, pero todo el mundo le quería, y siempre estaba riéndose y haciendo payasadas y numeritos, tan alegres y brillantes, que siempre estaba seguro que conseguiría comida, algún trozo de tarta, algún puñado de cereal seco o algún dulce. Todo lo que conseguía lo llevaba donde sus siete madres, a las cuales él llamaba cariñosamente las siete reinas ciegas y a las que ayudaba a vivir en aquella mazmorra cuando todo el mundo pensaba que habían muerto de hambre algunos años atrás.
Más adelante, cuando él fue ya un muchacho mayor, cogió su arco y su flecha, y salió a jugar un rato. En el camino pasó por casualidad por delante del palacio donde vivía la cierva blanca con mucha opulencia y riqueza. Vio algunas palomas revoloteando alrededor de una torre blanca de mármol, y disparó la flecha y mató a una. Cuando la paloma fue alcanzada pasó por delante de la ventana donde estaba sentada la reina blanca; ella se levantó para ver que pasaba y miró hacia fuera. Al primer vistazo, en cuanto vio al guapo joven muchacho saludando con la mano, supo, gracias a la brujería, que era el hijo del rey. Ella casi murió de envidia y rencor al darse cuanta de esto. Y decidió destruir y deshacerse del muchacho sin demora. Por tanto mando a un sirviente para que le trajera en su presencia, y ella le preguntó si podría venderle la paloma que había disparado.
"No" respondió el fuerte muchacho, "la paloma es para mis siete madres ciegas, que viven en las malolientes mazmorras y que podrían morir si no les llevo alimento."





"Pobres mujeres" lloró la astuta blanca bruja; "¿No te gustaría llevarles sus ojos otra vez? Dame la paloma, querido, y yo te prometo de verdad enseñarte donde podrías conseguirlos."
Al escuchar esto, el muchacho se llenó de alegría, y le dio la paloma inmediatamente. Con lo cual, la blanca reina le dijo que buscara a su madre que vivía en una casucha sin tardanza, y le pidiera los ojos que ella usaba como collar.
"Ella no querrá dártelo sin más" le dijo la cruel reina, "si no le enseñas este mensaje donde he escrito lo que quiero que haga."
Y diciendo esto, ella le dio al muchacho un trozo de una vasija rota, donde estaba escrito lo siguiente "¡Mata al portador de esta vasija inmediatamente, y rocía su sangre como si fuera agua!"
Como el hijo de las siete reinas no sabía leer, cogió muy alegre el fatal mensaje, y partió en busca de la madre de la reina blanca.
Mientras se encontraba en camino pasó a través de una población, donde todos sus habitantes parecían muy tristes, y no pudo evitar preguntarles la razón de su tristeza. Ellos le dijeron que era porque la única hija del rey se negaba a casarse; y si no lo hacía no habría ningún heredero al trono. Ellos estaban realmente asustados y pensaban que seguro que estaba loca o fuera de si. Le han presentado a todos los muchachos jóvenes y guapos del reino, y ella dice que solo se puede casar con el hijo de las siete madres, y debe estar loca, porque ¿Quién puede decir una cosa así? Eso es imposible. El rey, en su desesperación, ha ordenado que todos los hombres que entren en la ciudad, y sobre todo a aquellos que anden buscando los ojos de sus madres, tenían que arrastrarse hasta la presencia de él y de su hija.




Tan pronto como la princesa le vio, se ruborizó, y se dirigió hacia su padre y le dijo, "¡Querido padre, elijo a éste!"
Nunca nada le había producido tanto júbilo y alegría como esto.
Los habitantes de la población estaban locos de alegría, pero el hijo de las siete reinas dijo que no podría casarse con la princesa hasta que no recuperara los ojos de sus madres. Cuando la hermosa novia oyó la historia que le contó, le pidió le enseñara la vasija rota con el mensaje. Esta princesa era muy inteligente. Al ver las palabras traicioneras no dijo nada, pero cogió otro pedazo de vasija rota que ella tenía y escribió lo siguiente, "Cuida bien a este muchacho, y dale todo aquello que te pida", y se lo devolvió al hijo de las siete reinas, quien no se dio cuenta del cambiazo.
Después de reanudar el camino, llegó al cobertizo en el barranco donde vivía la madre de la bruja blanca, era una criatura horrorosa, que se quejó terriblemente cuando el muchacho le dijo que leyera el mensaje, y especialmente se quejó cuando el muchacho le pidió el collar con los ojos. Sin embargo, ella se quitó el collar y se lo dio diciendo, "Sólo hay trece de ellos, ya que uno lo perdí las semana pasada."

El muchacho estaba muy contento por haber conseguido esos, y dándose prisa, tanto como pudo, llegó hasta donde estaban las siete madres, y les dio dos ojos a cada una de las reinas mayores; pero, a la más joven le dio sólo uno, y le dijo, "¡Querida madrecita! Yo seré siempre en ojo que te falta."




Después de esto se dispuso para casarse con la princesa tal y como había prometido, pero pasando cerca del palacio de la reina blanca, él vio otra vez algunas palomas en el tejado. Entonces le disparó a una, y cayó tambaleándose pasando por la misma ventana que la última vez. La reina blanca se asomó por esa ventana, y vio que era otra vez el hijo del rey vivo y sano.
Ella se puso a llorar con rabia y disgusto, pero hizo llamar al muchacho, y le preguntó que como había regresado tan pronto, y cuando escuchó que había regresado con trece ojos y que se los había dado a las siete reinas ciegas, a punto estuvo de entrar en cólera. No obstante ella le hizo creer que estaba muy contenta con el éxito del muchacho, y le dijo que si esta vez le daba también la paloma ella le recompensaría con la maravillosa vaca del Jogi, que da leche durante todo el día, y se encuentra cerca de un estanque de leche tan grande como muchos reinos. El muchacho, sin poner resistencia, le dio la paloma; con lo cual, al igual que ocurrió anteriormente, ella le ofreció ir donde su madre y pedirle a ella la vaca, y le dio un mensaje donde ponía, "Mata a este muchacho, sin fallos, y ¡esparce su sangre como si fuera agua!"
Pero en el camino de ir hacia donde la madre de la malvada, el muchacho se juntó con la princesa, y le explicó porqué se había retrasado, y ella, después de leer el mensaje se lo cambió por otro. Así pues, cuando el muchacho llegó donde la casa de la vieja bruja le preguntó por la vaca del Jogi, y ella no se pudo negar, y le explicó al joven como encontrarla; y le sugirió no tener miedo de nada, tampoco de los dieciocho mil demonios que guardan el tesoro. Le dijo que se alejara de ellos cuando sintiera que se estaban poniendo demasiado enfadados.


Entonces el muchacho hizo con valor todo aquello que le habían dicho. Y después de una jornada caminando llegó hasta el estanque de blanca leche guardada por los dieciocho mil demonios. Era completamente aterrador contemplar ese lugar, pero lleno de coraje, se puso a andar mientras silbaba una bonita melodía y miraba de reojo hacia un lado y hacia el otro. Hasta que poco a poco llegó hasta donde estaba la vaca del Jogi. Era alta, blanca, y muy bella. El Jogi, que era el rey de todos los demonios, le ordeñaba día y noche, y la leche salía de las ubres llenando un depósito de blanca leche.
El Jogi, mirando al muchacho le gritó muy enfadado, "¿Qué es lo que quieres aquí?"
Entonces el muchacho le contestó, según le había dicho la vieja bruja, "Quiero tu piel, para que el rey Indra pueda hacerse un tambor, ya que dice que tu piel es muy buena y resistente."
Al escuchar esto el Jogi empezó a temblar y a sacudirse (ningún Jogi o Jinn se atrevería a desobedecer las ordenes del rey Indra), y cayó a los pies del muchacho, y se puso a llorar diciendo, "Si me dejas y dices que no me has encontrado te daré cualquier cosa que posea, ¡incluso mi hermosa vaca blanca!"
Después de esto el hijo de las siete reinas, y después de fingir indecisión, estuvo de acuerdo diciendo que después de todo no sería difícil encontrar una bonita piel resistente como la del Jogi en cualquier otro lugar; así pues, se dirigió hacia casa con su maravillosa vaca detrás suyo. Las siete reinas estaban encantadas con poseer tan maravilloso animal, y trabajarían desde la mañana hasta la noche haciendo requesón, cuajada y suero, además de vender leche a las pastelerías. Aunque sólo utilizaran la mitad de la leche que la vaca les de, eso les haría ser muy ricas, y cada día su riqueza aumentaría.




Viendo que las siete reinas se encontraban muy bien, y que podrían arreglárselas solas, el hijo salió para por fin casarse con la princesa; pero cuando pasó por el palacio de la cierva blanca, no pudo resistirse a tirarle una piedra a las palomas que estaban arrullando en el tejado. Una de ellas cayó muerta justo debajo de la ventana donde estaba sentada la reina. La reina se asomó y miró hacia fuera, y vio al sano y campechano muchacho de pie delante de ella. Se puso tan furiosa como nunca, llena de cólera y rencor.
Mandó a un súbdito para que le llevara a su presencia para preguntarle como había vuelto tan pronto, y cuando ella escuchó como su madre le había tratado tan amablemente casi le da un ataque; de cualquier modo, ella disimuló sus sentimientos tanto como pudo, y sonriendo dulcemente, dijo que estaba muy contenta por haber podido cumplir su promesa, y que si le daba esa tercera paloma que había cazado, ella podría hacer por él mucho más de lo que había hecho antes, le daría un millón de semillas de arroz, que madurarían en una noche.
Por supuesto, el muchacho estaba maravillado con esa idea. Le dio la paloma, y se puso en camino en busca de esas semillas, e igual que anteriormente con un pedazo de vasija rota donde había un mensaje que decía, "No falles esta vez. Mata al muchacho, y derrama su sangre como si fuera agua!"
Y cuando el muchacho fue a ver a la princesa, ésta como había hecho antes, sustituyó el mensaje por uno que decía, "Al igual que antes, da a este muchacho todo lo que desee, su sangre será como nuestra sangre!"
Ahora, cuando la bruja vio esto, y escuchó como el muchacho quería un millón de semillas de arroz que maduraban en una sola noche, se sintió tan furiosa que entró en cólera, pero sintiendo miedo de su hija, controló esa cólera, y ofreció al muchacho ir y encontrar el campo de arroz guardado por dieciocho millones de demonios, diciéndole que tuviera cuidado y que no mirara hacia atrás después de haber cogido la espiga más larga de arroz, la cual crece en el centro del campo.


Así pues el hijo de las siete reinas partió, y muy pronto encontró ese campo donde dieciocho millones de demonios guardaban millones de semillas de arroz. El muchacho andaba valientemente, sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda hasta que alcanzó el centro y arrancó la espiga más larga. Cuando volvió para dirigirse a casa escuchó detrás de él miles de dulces voces, que lloraban y que decían, "¡Arráncame a mi también, oh, por favor, arráncame a mi también!", entonces el muchacho miró hacia atrás, y vio algo sorprendente, ya no quedaba nada allí excepto un pequeño montón de cenizas.
El tiempo pasaba y el muchacho no regresaba. La vieja bruja estaba intranquila porque recordaba el mensaje "su sangre será como nuestra sangre"; así que partió también en dirección al campo para ver que había pasado.
Tan pronto como llegó cerca del montón de cenizas, y conociendo bien su oficio, cogió un poco de agua, y amasando las cenizas con el agua, hizo una pasta con la forma de un hombre; luego, se pinchó su dedo meñique, y una gota de sangre que le salió la untó en la boca del hombre, e instantáneamente el hijo de las siete reinas se levantó y se sintió mejor que nunca.
"No vuelvas a desobedecer mis órdenes otra vez", refunfuñó la vieja bruja, "o la próxima vez te dejaré sólo. Ahora lárgate, antes que me arrepienta de mi bondad!"


El hijo de las siete reinas volvió lleno de alegría a ver a sus siete madres, quienes con la ayuda del millón de semillas de arroz, pronto se convertirían en las personas más ricas del reino. Luego celebraron la boda de su hijo con la inteligente princesa a todo lo grande; pero la novia, ahora su mujer, era tan inteligente y observadora, que no podía descansar hasta no informar al padre de su marido la existencia de su hijo, y castigar a la malvada bruja blanca. Así pues mandó que su marido construyera un palacio igual que el de la bruja. Y cuando estuvo todo preparado pidió a su marido que dieran una gran fiesta en honor al rey, el padre de su marido. A este rey le habían llegado noticias de la existencia del misterioso hijo de las siete reinas, y su maravillosa riqueza, tenía mucha curiosidad, por lo tanto aceptó la invitación; pero cual fue su sorpresa cuando entrando al palacio lo encontró todo igual que el suyo, hasta el más mínimo detalle. Y cuando su anfitrión, ataviado con lujosas ropas, le condujo hasta la sala privada, vio sentadas en sus tronos a siete reinas, vestidas igual que la última vez que las había visto. Se dirigió hacia ellas y se arrodilló ante sus pies. Entonces le contaron al rey toda la historia. El rey, en ese momento, despertó del encantamiento, y su ira creció muchísimo contra la malvada cierva blanca que le embrujó durante tanto tiempo. Era tanta su ira que no pudo contenerse y fue donde ella y la mató.




Después de esto, las siete reinas volvieron a su reino y a su espléndido palacio, y todo el mundo vivió feliz y contento.


LA LLAVE DE LA FELICIDAD

El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.







Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cuál sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. "¿Dónde ocultarla?", continuaba preguntándose al amanecer.






Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.



 

9/6/11

El siguiente documento es uno de los más preciados por los ecologistas, se trata de la carta que envió en 1855 el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en respuesta a la oferta de compra de las tierras de los Suwamish en el noroeste de los Estados Unidos, lo que ahora es el Estado de Washinton. Los indios americanos estaban muy unidos a su tierra no conociendo la propiedad, es más consideraban la tierra dueña de los hombres. En numerosos ámbitos ecologistas se le considera como "la declaración más hermosa y profunda que jamás se haya hecho sobre el medio ambiente".


Carta del Jefe Indio Seattle



El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.




¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habeis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.





Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. "Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.





Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.




Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.





No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.






El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.



Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas ente sí.




Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.
Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.



Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia.... 



Soledad


No conozco nada y nada me preocupa.
No veo diferencia entre sí y no.
No veo diferencia entre bien y mal.
No temo aquello que la gente teme en la noche.

La gente está feliz como en una fiesta suntuosa
O jugando en el campo en primavera;
Pero yo permanezco tranquila y vagabundeando,
Como una recién nacida antes de aprender a sonreír,
Solitaria, sin hogar.

La gente tiene lo suficiente y para compartir,
Pero yo no poseo nada,
Y mi corazón es ignorante,
turbio y ensombrecido.

La gente está radiante y segura,
Mientras yo sigo ciega y confusa;
La gente es inteligente y sabia,
Mientras permanezco torpe e ignorante,
Sin objetivo, como una ola en la superficie del mar,
Sujeta a nada.

La gente está ocupada con un propósito,
Mientras sigo impráctica y tosca.
Estoy aparte del resto de la gente
Todavía sostenido por la Naturaleza. 





Trascendiendo la Naturaleza



Vacía tu Ego completamente;
Abraza la paz perfecta.
El Mundo se mueve y gira;
Observarle regresar a la quietud.
Todas las cosas que florecen
Regresarán a su origen.

Este regreso es pacífico;
Es el camino de la Naturaleza,
Eternamente decayendo y renovándose.
Comprender ésto trae la iluminación,
Ignorar esto lleva a la miseria.

Aquel que comprende el camino de la Naturaleza llega a apreciarlo todo;
Apreciando todo, se convierte en imparcial;
Siendo imparcial, se convierte en magnánimo;
Siendo magnánimo, se convierte en parte de la Naturaleza;
Siendo parte de la Naturaleza, se hace uno con el Tao;
Siendo uno con el Tao, se alcanza la inmortalidad:
Piensa que el cuerpo perecerá, el Tao no. 



La Riqueza y lo Valioso






Treinta radios se unen en el centro;
Gracias al agujero podemos usar la rueda.
El barro se modela en forma de vasija;
Gracias al hueco puede usarse la copa.
Se levantan muros en toda la tierra;
Gracias a la puertas se puede usar la casa.
Así pues, la riqueza proviene de lo que existe,
Pero lo valioso proviene de lo que no existe. 





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