En el corazón de la Isla de Java, en Indonesia, se encuentra el templo budista de Borobudur. Este templo levantado en el siglo IX es una de las mayores obras de arte budista. Inmenso, de aspecto piramidal y en el cual uno no permanece, este templo constituye un espiral iniciático llevándonos desde el suelo que representa el mundo material hasta la punta que representa el mundo espiritual. En el budismo todo el trabajo de un maestro budista es el de llegar a la realización de su propio Despertar luego de conducir pacientemente a todos los seres vivientes, incluidos los animales, hasta su propio Despertar y al cese de todo el sufrimiento. A lo largo de todo este recorrido subiendo suavemente en espiral en el templo de Borobudur encontramos inmensos frescos de piedra que son al mismo tiempo paneles, cada uno evoca una historia del Buda histórico o de grandes budistas del pasado.
El panel número 192 del templo de Borobudur relata la historia de una tortuga. Un día un monstruo marino atacó a un barco y todos sus ocupantes cayeron al agua. Entonces, un budista reencarnado, en una tortuga, socorrió a los náufragos llevándolos sobre su caparazón y los llevó a tierra firme. Éstos, debiéndole la vida, se pusieron alrededor de la tortuga formando un círculo y escucharon sus enseñanzas sobre el buda. Aquí se le reconoce a la tortuga un poder divino elevando a los hombres a una vida mejor.
Para los indios de América del Norte, la tortuga, aun a causa de la redondez de su caparazón, representa a la Tierra Madre que nutre y de la cual la raza indígena ha aparecido. Para los iroqueses de América del Norte, en tiempos muy antiguos la tortuga salvó a la Madre, una suerte de Eva de los indios, cuando ésta cayó al océano. Cogiendo a la Virgen primordial, la mantuvo lejos del agua sobre su caparazón. Así para los iroqueses la Tierra es una gigantesca tortuga flotando sobre el mar. Y sobre su caparazón, la Virgen pudo dar luz y volverse la madre de los hombres, la Madre.
Numerosos petroglifos del neolítico representan a la tortuga en América del Norte y también en Hawái.
Hasta el siglo XX la tortuga está muy presente en las culturas indígenas en los cantos, los cuentos, las leyendas tribales, hasta en la observación de los rituales. Para los Tohono O’Odham (el Pueblo del desierto) de Arizona y los Comcaac del Desierto de Sonora es la Tortuga quien plantó el cactus gigante saguaro y quien permanece como su guardián. Sin embargo, para los indios del desierto de Sonora y de Arizona, la tortuga era consumada, luego los restos eran utilizados como alhajeros, instrumentos de música, juguetes para bebés, muñecas para las jóvencitas, o bien como ingredientes para las preparaciones farmacéuticas. A pesar de esto, existía una regulación de este consumo a causa de la creencia en los tabús.
Para los indios del desierto, tener una tortuga cautiva en el hogar era atraer la desgracia: ya no crecería ningún tipo de hierba y la maldición caería sobre el pueblo, los niños no crecerían, las mujeres sólo darían a luz a niñas. Un nido de tortugas era un lugar sagrado imposible de violar. La caza de tortugas con fines alimenticios debía hacerse únicamente bajo ciertas condiciones, en lugares y momentos precisos. Transgredir una prohibición en lo concerniente a las tortugas era la manera más segura de atraer enfermedades. Las comunidades de tortugas se mantenían entonces a pesar de todo, cosa que no sucede ahora desde la llegada del hombre blanco y la “civilización”. La tortuga traía también la desgracia sobre el hombre descortés, criminal o simplemente de mala voluntad. Sólo una tortuga podía conjurar sortilegio que le serían atribuidos.
Una leyenda Comcaac cuenta la historia de un hombre llamado ziix Taaj, dotado de poderes sobrenaturales, al que se vio un día platicando y jugando un juego de sociedad con una tortuga sentada delante de él. La tortuga llevaba ganando varias veces y Ziix Taaj se enfureció y se puso a vociferar. Arrojó entonces una toalla sobre la tortuga y la golpeó durante un largo momento dando por mal terminada la partida. Los testigos del hecho quedaron espantados. Después de este suceso ningún comcaac se atreve a mirar una tortuga a los ojos, puesto que ésta comprende bien la lengua de los concàacs y habla con sus ancestros desde tiempos remotos.
Para los Inuits del norte glacial de Canadá, que también son indios y cuyo nombre significa simplemente “los hombres”, la tortuga está asociada a la tierra, Madre procreadora del linaje de todos los “hombres”. En el seno de esta civilización tan particular, se les recuerda constantemente a los niños el vínculo a sus orígenes conservando sobre ellos un trocito de su cordón umbilical. Las niñas lo llevan en una bolsa de piel con forma de tortuga y los niños esta bolsa tiene la forma de una iguana.
Este sentimiento de protección creado por la presencia de una tortuga se encontraba también en el seno de algunas tribus africanas que han elevado este animal al rango de un verdadero tótem viviente.
En la mitología Senufo en la Costa de Marfil, aun es la tortuga que lleva el mundo sobre sí. La tortuga se vuelve aquí símbolo de sabiduría y de conocimiento dado que en su caparazón ella posee todo el conocimiento del mundo.
En la Grecia antigua, la tortuga es vista desde su interior. El reverso del caparazón representa la bóveda celeste y sus cuatro patas son los cuatro pilares del mundo. De este modo la tortuga protege el mundo, asegurándole estabilidad y equilibrio. Si recordamos el que el cielo ha sido siempre representado como una bóveda hemisférica y la Tierra como una extensión chata de forma circular, comprendemos rápidamente porqué para todos los pueblos del mundo la tortuga es una representación del Universo. Entre la cúpula del reverso y la superficie del peto, la tortuga era la imagen perfecta del mundo intermedio en el cual viven los hombres entre el universo estrellado y el suelo terrestre. La tortuga es así un legítimo hilo que enlaza el Cielo y la Tierra. Necesariamente, ésta debiera poseer poderes fabulosos de conocimiento y adivinación. Debiera ser también un médium maravilloso capaz de revelar a los hombres los secretos de los dioses.
Es bien preciso comprender que en todas las sociedades primitivas o muy antiguas, el mundo es un espacio cerrado y replegado en sí mismo. Está el mundo terrestre, chato, bajo nuestros pies, rico y fecundo pero también portador de las más grandes catástrofes a causa de su cólera y su fuego devastador. Arriba hay una bóveda estrellada llena de misterios y silencios, que parece inamovible pero en la cual podemos notar que ciertas estrellas se desplazan sobre el fondo inmutable y a veces ocurren algunos eventos súbitos, como estrellas nuevas cuyo brillo extremo dura solo algunos días ( los cometas y también ciertas estrellas que la astronomía moderna llama las supernovas). Este cielo que no podemos tocar con los dedos aun en la cima de la más alta de las montañas, es entonces un mundo donde viven espíritus misteriosos, dotados de extraños poderes. No es extraño que en todas las civilizaciones antiguas, las estrellas y su posición están íntimamente ligadas a la presencia de los dioses, de los héroes y de los animales legendarios. Entre los dos se sitúa el hombre, pequeño, perdido en sus pensamientos frente a este mundo inmenso tanto por debajo sus pies como por arriba de su cabeza. Durante toda su vida humana, hasta el siglo XX y por todo el mundo, el cielo parecía inmutable por encima de nuestras cabezas y progresaba a paso lento sobre los eventos de la historia bajo nuestros pies. La tortuga, por su forma y su indolencia constituye un símbolo perfecto de la marcha y del aspecto del mundo. Su espaldar arqueado y además, circular repleto de motivos, parece ser una representación en miniatura de la bóveda celeste.
Su peto, bien achatado, que le sirve de base y de apoyo al suelo parece ser también una imagen perfecta del suelo que nos rodea hasta el horizonte visible a nuestros ojos. Entre los dos se encuentre el ser viviente, la carne, la sangre, el misterio de la Vida. Las cuatro patas de la tortuga con su color y su textura que curiosamente recuerda también a las patas de los elefantes, son los cuatro pilares que permiten que esta bóveda se mantenga correctamente por encima del suelo. Una tortuga que se voltea es una abominación y un presagio funesto, dado que esto representa la caída del cielo y convulsión del mundo.
Hay que recordar también que no hace mucho aun en la mayor parte de las regiones del mundo la esperanza de vida de los hombres no pasaba los cuarenta o cincuenta años. Por el contrario, la tortuga es un animal cuya duración de vida es muchas veces el doble! Se la veía nacer pero no morir. Para un hombre, ella representaba entonces casi un ser inmortal, dotado de poderes extraños que permitían esta extensión de vida inimaginable para un hombre.
Así, la tortuga representa un símbolo de la longevidad… pero en detrimento de ella puesto que es evidente que alimentarse de la carne de la tortuga constituía no solamente una fuente de fuerza y sabiduría sino también la certeza de una larga vida.
Los poderes mágicos de la tortuga en lo tocante a la longevidad y a la fuerza vital fueron estudiados científicamente tanto en Roma como en Grecia y en China. La salud casi inalterable de la tortuga, no podía encontrar su origen más que en la composición de su carne y de su caparazón.
Esta farmacopea china, que para nosotros los habitantes de occidente parece hoy en día tan extraña, la hemos conocido en la Antigüedad europea. Hoy, en un mundo en el que la tecnología y el modernismo han conquistado hasta los pueblos más perdidos de la tierra, el símbolo de la tortuga cambia poco a poco. Los hombres ya no creen en el poder del cielo y se creen capaces de explicar todos los fenómenos de la naturaleza. La tortuga se ve poco a poco relegada al rango de vieja tradición empírica, símbolo de la ingenuidad de los ancestros, de la ignorancia y del miedo irracional del mundo.
Es asi que este maravilloso animal, antaño venerado como un verdadero intermediario entre el mundo material y el mundo espiritual, pierde su importancia en nuestra civilización moderna planetaria, encontrándose solo, frente a un Hombre que se aleja lentamente de la naturaleza que lo vio nacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario