cuando bucea en su interior
y busca en lo mejor de sí misma,
encuentra bien nítida esa llamada humana a la entrega desinteresada,
a darse a los demás.
Educar o educarse
en ese impulso generoso de servir
a los demás sin esperar
nada a cambio,
es a todas luces decisivo para llevar una vida verdaderamente humana.
Aunque por fortuna son pocos
quienes reivindican el egoísmo
como elemento de la propia
tabla de valores,
no por eso sus efectos dejan de estar presentes de modo constante en la vida de todo hombre.
Se trata de una pugna que durará toda la vida.
Quien no lucha decididamente contra sus tendencias egoístas,
se encamina hacia una auténtica quiebra personal.
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