La moderna física cuántica destinada a demostrar el comportamiento de las partículas elementales,
permite entender que más allá de las dimensiones conocidas
existen otras dimensiones desconocidas.
La milenaria enseñanza habla de las sutiles dimensiones,
vivimos en la tercera dimensión,
en un nivel más sutil está la cuarta dimensión, luego la quinta,
la sexta y la séptima que es la dimensión más sutil existente en lo manifestado.
En un mismo lugar pueden coexistir las dimensiones sin ocupar espacio.
Hay puntos o puertas dimensionales que permiten saltos cuánticos interdimesionales.
Al irnos hacia lo interno,
aquietando la mente y activando el ritmo alfa cerebral del hemisferio cerebral derecho,
como sucede durante la meditación,
nos conectamos con la dimensión superior o más sutil que está en nosotros.
Con nuestro conjunto de miles de millones de células inteligentes,
formadas por millones de moléculas,
a su vez formadas por millones de átomos,
somos un universo igual al universo que aloja al sistema solar.
La hermética enseñanza decía que como es arriba es abajo,
como es en la macro dimensión es en la micro dimensión.
Otra antigua enseñanza revela que como es el cuerpo humano así es el cuerpo cósmico,
como es la mente humana así es la mente cósmica,
como es en el microcosmos así es en el macrocosmos.
Y resulta que cada uno es el responsable del propio cosmos que es nuestro organismo.
La inteligencia del universo se extiende desde lo más pequeño de lo pequeño
hasta lo más grande de lo grande.
El día que nacimos no fue hace algunos años como lo suponemos,
fue hace eones de tiempo,
sucedió cuando desde Dios emanamos cual chispa divina llamada Espíritu.
Cada Espíritu lo hizo con su propia individualidad y una serie de potencialidades
y atributos a manifestar en los diferentes planos o dimensiones de la creación.
El Espíritu dio la forma al Alma,
el Alma a su vez dio la forma a la Mente.
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